Sací Pererê




El Sací es posiblemente el personaje más popular en el folclore brasileño. Es un joven con una sola pierna, negro o mulato, con agujeros en las palmas de sus manos, que fuma una pipa y usa una gorra mágica de color rojo para aparecer o desaparecer donde desee. (usualmente en el medio de un remolino). Considerado un bromista molesto en la mayor parte de Brasil, y una potencialmente peligrosa y dañina criatura en otros, no obstante puede conceder deseos a todos lo que logran atraparlo, o consiguen robar su mágica gorra.

Se conocen distintas variantes del mito:

*Sací pererê, negro como el carbón.
*Sací trique, mulato y más benigno.
*Sací saçurá, con ojos rojos.

Bromista incorregible, el Sací no causa daños de importancia, pero no hay daño que no pueda hacer. Oculta los juguetes de los niños, extravía a los animales de granja, se burla de los perros, y maldice a las gallinas para que no puedan incubar sus huevos. En la cocina, el Sací derrama toda la sal, agria la leche, quema el frijol cocido, y coloca moscas en la sopa. Si unas palomitas de maíz fallan, es por la maldición del Sací. A la menor oportunidad desafilará la aguja de costura, ocultará su ojo y enredará el hilado. Si ve un clavo en el suelo, lo colocará con la punta hacia arriba. En resumen, todo lo que va mal en la casa o fuera de ella, puede ser atribuido sin dudar al Sací.


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El islote misterioso de Ibiza




Frente a la punta suroeste de Ibiza, en el municipio de Sant Josep de Sa Talaia, se levanta Es Vedrà, un bellísimo islote vertical que emerge con rotundidad sobre las aguas del Mediterráneo. Un lugar mágico envuelto en leyendas y dotado de una energía especial que muchos aseguran notar al acercarse a él.

Los investigadores de fenómenos paranormales y los aficionados al fenómeno OVNI aseguran que Es Vedrà forma, junto con el puerto de Sóller y el Peñón de Ifach en Alicante, un triángulo mágico donde tienen lugar fenómenos extraños, una especie de “triángulo de las Bermudas” en versión mediterránea.

Se dice que, al sobrevolar Es Vedrà, la palomas mensajeras pierden el sentido de la orientación y que nadando o buceando en sus aguas se puede sentir una especie de zumbido submarino de origen desconocido. Teorías fantásticas, que sin embargo muchos ibicencos toman por ciertas, sitúan bajo estas aguas una supuesta base extraterrestre o un punto de energía cósmica, debido a su forma piramidal. Muchos son los que aseguran haber visto aquí luces extrañas en las noches de invierno haciendo piruetas imposibles en el cielo.

Para alimentar más aun la leyenda de Es Vedrà, parece ser que en el famoso “Caso Manises” de 1979, en el que un avión comercial se vio acosado por un objeto no identificado en el trayecto Palma-Tenerife, se da la circunstancia casual de que fue sobrevolando Es Vedrá cuando el comandante avistó el famoso aparato no identificado.

Algo debe tener este lugar que atrae tanto a los seguidores de lo misterioso. Ya en la época medieval los ibicencos creían que aquí es donde habitaban las brujas que por las noches volaban a Ibiza para propagar enfermedades y maldiciones.


http://sobrebaleares.com/2011/08/17/es-vedra-el-islote-misterioso-de-ibiza

La cruz de los siete brazos




Una leyenda andorrana tiene como protagonista al diablo y a una cruz. La cruz existe y puede ser visitada, pero de sus siete brazos, uno ha desaparecido.

Cuenta la leyenda que en Prats había siete compañeros, uno era muy pusilánime y temía al diablo. Los otros decidieron hacerle una broma. Le invitaron a comer a Canillo y le dieron una escopeta para que disparara al diablo si se le aparecía.

La escopeta estaba preparada para que al disparar no dañara. Accidentalmente, en un hostal el posadero advirtió el problema y la arregló. Cuando uno de sus amigos bromistas se disfrazó de diablo, él disparó y lo mató. Al día siguiente, al ir a buscar el cadáver, vieron que el diablo se lo había llevado y con él uno de los brazos de la cruz.


http://infokrisis.blogia.com/2008/121103-andorra-catara-e-independiente.-leyendas-y-tradiciones-del-pais-de-los-pirineos.php

La bella Susona




Sucedió en Sevilla allá por el siglo XIV. Los judíos sevillanos, tras la persecución de que fueron objeto, habían obtenido la protección de la Autoridad Real, y vivían con ciertas garantías, pero no por ello se sentían del todo seguros, y soportaban innumerables vejaciones. Esto despertó en algunos de ellos un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza.

Y al efecto, un judío muy principal llamado Diego Susón ideó un plan que habría de sembrar el terror en Sevilla, y con la idea, quizá, de organizar un general levantamiento de judíos en todo el reino.

Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que los judíos de aquel entonces organizasen arteramente una rebelión, al mismo tiempo que facilitaron a los árabes la invasión de España. Ahora quizá podrían hacer lo mismo. Así comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el plan de la que sería la gran sublevación judía de España.

Tenía Diego Susón una hija, a la que por su extraordinaria hermosura se llamaba en toda Sevilla "la fermosa fembra". Y ella, engreída por la admiración que despertaba su belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a espaldas de su padre, se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, uno de los más ilustres linajes de Sevilla, que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica.

La bella Susona se veía a escondidas con el galán caballero, y no tardó en ser su amante.
Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron en la casa los judíos conjurados, para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase para huir sigilosamente de la casa, a reunirse con su amante hasta el amanecer.
Susona escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores, y mientras tanto, su corazón latía angustiado, pensando que entre los primeros a quienes darían muerte estaría su amante, que era uno de los caballeros principales de Sevilla.

Aguardó a que terminase la reunión de los judíos y cuando todos se marcharon y su padre se acostó, la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles de la Judería hacia la actual Mateos Gago, por donde se salía del barrio.Desde allí se dirigió a casa de su amante y entre sollozos le refirió todo lo que había oído.
Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad, que era el famoso don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona le había dicho. Acto seguido, don Diego de Merlo, con los alguaciles más fieles y de confianza, bien armados, recorrió las casas de los conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos. Pasados unos días, todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca de “Buena Vista“, en Tablada.

El mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre su triste suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había inspirado la justicia, sino la libinidad, pues el motivo de acusar a su padre fue solamente para librar a su amante y poder continuar con él su vida de pecado.

Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la Catedral, pidiendo confesión. El arcipreste la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer penitencia a un convento, como así lo hizo y allí permaneció varios años, hasta que sintiendo tranquilo su espíritu volvió a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida cristiana y ejemplar.

Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula que decía: 

“Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás.”

Se cumplió el mandato testamentario, y la cabeza de Susona fue puesta en una escarpia sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera de la calle que hoy lleva su nombre. El horrible despojo secado por el sol, y convertido en calavera, permaneció allí por lo menos desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII según testimonios de algunos que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la Muerte, cuyo nombre en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que ahora lleva.


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