El Pont del Dimoni (Puente del Demonio - Girona)

El Pont del Dimoni era un puente del siglo XIV sobre el río Güell, que comunicaba Girona con Santa Eugenia.

Cuenta la leyenda que había una buena mujer que necesitaba cruzar el río para ir a buscar agua a la fuente. Un día se encontró con el Demonio y éste le dijo que construiría el puente que necesitaba, a cambio del alma del primer ser vivo que cruzase por el nuevo puente.

Cuando el Demonio tuvo hecho el puente, la mujer, astuta, hizo pasar a un perro por él, y el Demonio para vengarse quiso hundir el puente pero sólo consiguió llevarse una piedra haciendo que, a partir de aquel momento, pasar por el puente fuese peligroso.

Leyenda enviada por Jordi

Leyenda de la Segua

Hay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos. Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella. Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener.

Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano.

Leyenda del Cuélebre

Cuenta la tradición que hace muchas centurias y en la poética ciudad de Cangas de Onís, vivía un rey con una hija joven y bella.
Todos los nobles, prendados de su hermosura, disputaban su corazón, pero la princesa a nadie correspondía, decidida a casarse únicamente por amor verdadero.

Haciéndosele imposible la espera, un día ordenó el rey que la trajeran a su presencia y con acento severo, advirtióle:

-Tienes ocho días para elegir marido, si es que no quieres exponerte a la suerte de un castigo

-Breve me lo fiáis- contestó la joven; -no me casaré hasta tanto no me sienta firmemente enamorada.

Había transcurrido el tiempo prefijado y propúsose el rey dar cumplimiento a su palabra. Invitó a la princesa a un paseo y la condujo hasta un paraje de Abamia, donde se abría una cueva de la que el vulgo contaba cosas extraordinarias: decían unos que de allí salían gemidos y suspiros; referían otros que su interior comunicaba con el mismísimo infierno; no faltando quien aseguraba que allí habitaba el misterioso cuélebre...

Abandonó el rey su montura y con curiosidad fingida acercóse a la puerta de la cueva; otro tanto hizo la princesa, momento en el que el padre aprovechó para, mirándola fijamente, conjurarla con estas palabras:

-En esta cueva te meterás, y cuélebre te harás, y el que contigo quiera casar, tres besos en la lengua te tiene que dar...

Al instante la frágil y bella princesa se convirtió en espantoso cuélebre que se deslizó pesadamente cueva adentro.

Cumplido el castigo, pesaroso, retornó el rey a palacio, sin darse cuenta de que en las proximidades de la cueva andaba un pastor, mozo apuesto, que vio el encantamiento y oyó el conjuro. Armado de valor, penetró en la cueva, y prendiendo fuértemente la cabeza del cuélebre, le dio tres besos en la lengua. Al instante se rompió el conjuro y apareció la princesita, radiante, serena y pletórica de hermosura.

Asegura la tradición que esta vez sí se enamoró la princesa de su salvador, que se casaron y que fueron reyes felices.

La joroba de los búfalos

Hace mucho tiempo, cuando el mundo era muy joven, el búfalo no tenía joroba. Él obtuvo su joroba un verano por su crueldad con los pájaros.

Al búfalo le gustaba correr por las praderas por placer. Los zorros corrían delante de él y avisaban a los animales pequeños que su jefe, el búfalo, venía.

Un día cuando el búfalo corría por las praderas, se dirigió hacia donde viven los pequeños pájaros que anidan en el suelo. Los pájaros avisaron al búfalo y a los zorros que iban en la dirección donde tenían sus nidos. Pero nadie, ni los zorros ni el búfalo, les prestó atención. El búfalo, corrió y pisoteó bajo sus pesadas patas los nidos de los pájaros. Incluso, cuando escuchó a los pájaros llorando, siguió corriendo sin parar.

Nadie sabía que Nanabozho estaba cerca. Pero Nanabozho se enteró de la desgracia sucedida con los nidos de los pájaros y sintió pena por ellos. Corrió, se plantó delante del búfalo y los zorros y los hizo parar. Con su bastón golpeó fuertemente al búfalo en los hombros. El búfalo, temiendo recibir otro golpe, escondió la cabeza entre sus hombros. Pero Nanabozho solamente dijo:

-Tú, a partir hoy, siempre llevarás una joroba sobre tus hombros. Y llevarás la cabeza gacha por vergüenza.

Los zorros, corrieron para escapar de Nanabozho, escarbaron agujeros en el suelo y se escondieron dentro. Pero Nanabozho los encontró y les castigó:

-Por ser crueles con los pájaros, siempre viviréis en el frío suelo.

Desde entonces, los zorros tienen sus madrigueras en agujeros en el suelo, y los búfalos tienen joroba.

Sedna, la hija del mar

Los esquimales, los inuit, como se llaman a sí mismos, desde lejanos tiempos, convivieron con la nieve, el oso, las focas, las aguas frías. Sila, divinidad invisible, era una de sus principales divinidades. Y Sedna, la Reina de las Focas, la hija del mar...

Cuenta la leyenda que alguna vez existió una muchacha muy joven y hermosa llamada Sedna.

Nadie buscaba casarse con ella cuando tuvo la edad para hacerlo. Pero un día, vio desde su cabaña, un magnífico barco que era capitaneado por un apuesto y rico cazador extranjero, el cual se enamoró inmediatamente de la doncella y ella, después de haber sido seducida con palabras llenas de promesas y tesoros, se marchó con el desconocido.

La muchacha cayó en una terrible desesperación al conocer la verdadera identidad del cazador, que no era más que un pájaro mágico que tenía la facultad de cambiar de forma y fue así como la sedujo. Mientras tanto su padre, al saber de la repentina desaparición de su hija, se aventuró a través del océano hasta que dió con ella. Cuando la encontró, Sedna estaba sola y aprovecharon para huir de ahí. Pero cuando el eminente pájaro regresó y se percató de la partida de su amada, enfurecido, partió tras ella.

El pájaro, con sus poderes mágicos, desencadenó una rabiosa tempestad al ver que el padre se negaba a regresarle a Sedna. Así, el anciano, comprendió de qué se trataba todo aquello. Había sido la voluntad sobrenatural del mar, la que reclamaba a su hija y aterrorizado hizo lo que debía hacer. Así, lanzó a Sedna fuera del barco, para consumar el sacrificio. Ella, en medio de aquella desesperación, salió a la superficie y trató de aferrarse a las orillas del barco, pero el padre le cortó los dedos con un hacha. Sedna hizo otro intento para salvarse, pero su padre siguió cortándole los dedos, uno por uno. Los primeros se transformaron en focas; los segundos en "okuj" o focas de las profundidades; los terceros en morsas y el resto en ballenas.

Así, el océano calmó la furiosa tormenta después del sacrificio y todo quedó en gran tranquilidad.

Desde entonces, Sedna, La Reina de las Focas, vivió en el fondo del océano "en una región llamada Adliden donde afluyen las almas de los muertos para someterse al juicio y a la sentencia que a todos nos espera en ultratumba".